ACERCA DE 11000 ÁRBOLES

Pensarlos espíritus. Que tengan el peso de los tiempos, de los cruces de caminos, de los vientos encontrados, del polen trasegado, de las veredas que configuran la selva que son —siempre poblada por personas que viven y sueñan buscando entender el vínculo perpetuo que se va tramando en ese entorno. Todos los cuidados y sutilezas que son ese territorio.

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Todos los tiempos contenidos en cada uno de los seres vivos de ese bosque que simbolizan esos once mil árboles: es decir, todos los tiempos propios implícitos en su devenir y en los ciclos de cada uno de los seres que habitan y configuran la selva maya.

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La selva maya somos todas, todos. En el entrevero de los tiempos podemos atender a la floración de una orquídea o a la aparición y proliferación de las bacterias, las esporas, los líquenes y helechos. El tiempo de la luz y las sombras, el crecimiento de los árboles y los matorrales, el tiempo del gusano y las larvas, el tiempo de las abejas, la dama melipona. O el tiempo de los búhos, el halcón o la loba y sus cachorros, los jaguares tan famosos.

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Las comunidades que sufrirán esa hecatombe súbita o paulatina que arrasará la Península de Yucatán ya saben que para instaurar quién-sabe-cuantos-mil proyectos de todos tamaños que invadirán predios por todo el espacio peninsular, las compañías, las dependencias o los aventureros de la inversión romperán los lazos comunitarios, acapararán tierras, derrumbarán y arrastrarán la selva con retro-excavadoras y cadenas descuajando sus raíces como ejércitos enemigos, contaminarán y robarán las aguas, el monte adentro, e instalarán invernaderos, torres eólicas, paneles foto-voltaicos, galpones de maquiladoras, granjas fabriles industriales de cerdos, pollos y reses; factorías de partes electrónicas, desarrollos inmobiliarios para veteranos o ejecutivos: todo eso que con eufemismo y desprecio llaman “polos de desarrollo” y es un reordenamiento territorial que trastocará el sentido de la vida, el destino del espacio total de la península expulsando personas, hombres, mujeres, muchachas, niños, a los servicios de hotelería y restoranes, fondas y bares, antros y giros negros, al tráfico de personas y drogas.

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Esta mega-zona económica especial, que detonará el crecimiento de los espacios urbanos y de miseria mientras utiliza a tantas personas, de tantos ámbitos en Quintana Roo, Campeche y Yucatán, se disfraza de tren y de maya para simular que es sólo un nuevo sistema de transporte e integración que fomentará empleos y aliviará la pesarosa existencia de una población a la cual nadie le ha preguntado cuál es el proyecto sentido que anhelan y por el que luchan las comunidades mayas.

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Invocar once mil árboles desde la acuarela a manera de protesta colectiva es metáfora de siembra, es llamado a que nos sintamos parte de la naturaleza, es recordatorio y homenaje a esos espíritus que están en ti, en mí, en las comunidades. Esos once mil árboles simbolizan la memoria y los cuidados contenidos en ese ámbito total. Defenderlos, hacerlos visibles, es poner velas de vida y resistencia por todo ese territorio amenazado.

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11000 arboles está en Instagram en @11000arboles

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Paola Stefani y Ramón Vera-Herrera

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Agosto 2020

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Para sembrar once mil árboles pinto todos los días como una acción de sobrevivencia y resistencia. En el arte encontramos la posibilidad de convocar a otros sobre un tema que forma parte de la esfera pública.

 

Paola

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Enero 2022

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